Entregarse a lo que tenga que ser en cada momento. Relajarse en lo que está sucediendo.
En el misterio de la vida, en el que las cosas suceden sin nuestro control (por muy doloroso y/o abrumador que nos parezca), y que al mismo tiempo es como si de un engranaje se tratara con infinitas posibilidades que encajan a la perfección, solamente hay una forma de vivirlo y es desde la entrega completa.
Reflexionando y buceando en lo que la entrega significa (todavía aprendiendo sobre ella), me han venido conceptos como el soltar, la aceptación, el desapego y el des identificarse.
Tantas veces las ideas y creencias que tenemos sobre nosotras, sobre los demás, sobre los lugares, las experiencias, etc. nos limitan y conforman parte de esa resistencia al soltar y a la entrega. Todo aquello con lo que nos identificamos, es a lo que estamos apegados y nos limita.
Por ejemplo, si yo me identifico con que soy profesora de yoga y con todo aquello que significa, quizás no me plantee trabajar como camarera, que para mí tiene un significado muy diferente. Pero quizás, existe la posibilidad de trabajar de camarera bajo unas condiciones que a mí me hacen feliz. Porque lo que me gusta es un trabajo creativo, en contacto con gente amable y que pueda servir, independientemente de si estoy ofreciendo una sesión de yoga o una ensalada.
Comprender que no tenemos el control es aterrador, soltar no es fácil, el desapego tampoco y la entrega puede hasta parecer confusa.
Te animo a que tu misma bucees y reflexiones sobre estos temas 🙂
¿Cómo soltar y dejar ir las emociones?
El Dr, David R. Hawkins explica el mecanismo de dejar ir, en su libro «Dejar ir, el camino de la liberación».
«Dejar ir implica ser consciente de un sentimiento, dejarlo crecer, permanecer en él y permitir que deje su curso sin querer que sea diferente ni hacer nada en relación con él. (…) El primer paso es permitirte sentir la sensación sin resistirte a ella, sin expectativas, sin temerla, condenarla ni aplicarle juicio moral. (…) Cuando estés dejando ir, ignora todo pensamiento. Céntrate en la sensación, no en los pensamientos.»
La primera vez que fui consciente del poder del dejar ir, fue en un episodio de ansiedad bastante fuerte, que tuve ahora hará un año. Llevaba unas semanas con ansiedad por estar viviendo una gran contradicción a la que se sumó una gran herida del abandono en pleno sangrado.
Una tarde en la que ya no podía más, de forma inconsciente y muy natural, me tumbé sobre la cama y empecé a respirar la ansiedad. La respiré y me permití sentirla. Sentí sus olas y como mi cuerpo gritaba en silencio con una fuerte molestia en el pecho. Lloré y seguí respirando. No sé cuanto rato estuve así, pero de repente sentí como que algo había pasado, terminado. No sentía la compresión en el pecho y me sentía más ligera. También había un poco de confusión. No fue hasta un poco después que me di cuenta de que la ansiedad había desaparecido y que sentía mayor calma y claridad.